Entré en la sala con la cabeza gacha, pero no pude evitar mirarla disimuladamente. Realmente era una visión majestuosa. Estaba sentada al fondo de la sala en un sillón de cuero negro. VestÃa un corsé vintage entallado, de blonda negra sobre una tela de color rojo vino, una falda gótica negra con tul transparente abierto, que dejaba ver sus perfectas piernas cruzadas, y unos zapatos negros de punta estrecha y con un tacón plateado de no menos de 15 cm. En el centro de la sala una solitaria silla rústica de madera con apoyabrazos. —"Siéntate." —Me ordenó, al tiempo que ella se levantaba. Yo, vestido tan solo con mi collar y un simple bóxer de cuero negro, obedecà servilmente. Ató mis tobillos a las patas de la silla y mis muñecas detrás del respaldo con cuerdas. Seguidamente me puso una mordaza de bola en la boca, que ajusto con firmeza. La mordaza no me dejaba tragar y pronto mi saliva empezó a resbalar por mi barbilla cayendo sobre mà pecho. Se puso frente a mà y, tras agarra
Comentaris
Publica un comentari a l'entrada