Relato corto 5
Yo ya estaba listo para salir, esperando que mi ama acabase de
arreglarse. Era fin de semana y teníamos planeado ir a dar un paseo por
el campo.
- “Por cierto, no te pongas ropa interior.” Resonó su voz desde la habitación del fondo.
Un escalofrío recorrió toda mi espalda y noté como mi miembro oprimía levemente mi pantalón.
Me apresuré a cumplir su orden y volver al salón.
Mi excitación aumentó aún más al verla entrar. Era la elegancia personificada, totalmente de negro. Unos zapatos cómodos, pero que no desmerecían los de tacón de aguja que solía llevar, pantalón ceñido y blusa semitransparente que dejaba entrever su sostén de encaje. No parecía la mejor atuendo para ir al campo, pero si para lo que pensaba hacer.
Nos fuimos hasta una zona de aparcamiento al lado del bosque, había unos cuantos coches, pero no observé a nadie por allí.
Como de costumbre, ella me puso mi collar y le afianzó la cadena.
- “Vámonos, perro.” Dijo tirando de ella.
Empezamos a andar por un sendero alejándonos del aparcamiento, no pasó mucho rato que nos cruzamos con otra pareja, ni levanté la mirada del suelo, pero notaba como sus ojos no se apartaban de nosotros. Me sentí humillado, pero extrañamente seguía excitado.
Cuando estábamos apartados del aparcamiento dio otro tirón de la cadena y dejamos el camino para adentrarnos en el bosque, hasta encontrar una zona más retirada.
Me hizo despojar de la camiseta y me señaló un árbol, al que me dirigí obedientemente.
- “Rodea el árbol con los brazos” Me ordenó.
Sacó uno de sus pañuelos y me ató las manos.
Prosiguió quitándome el cinturón y desabrochándome el pantalón para acabar bajándomelos hasta los tobillos, dejando prácticamente desnudo.
Dobló el cinturón en su mano, agarrándolo por la hebilla y por el otro extremo, y empezó a azotar mi culo.
Los chasquidos del cinturón sobre mí culo se debían de oír en todo el bosque. El temor que apareciera alguien aún aumentaba más mi excitación y mi humillación.
Sentía como mi miembro excitado rozaba contra la corteza del árbol a cada impacto del cinturón.
Al final cesaron los azotes, una suave brisa calmaba el calor de mi culo.
Me desató, me dijo que me diese la vuelta y que llevara mis manos atrás para volverlas a atar.
Después de un par de azotes con el cinturón en mi miembro, deslizó sus manos por mi pecho hasta mis pezones, que empezó a pellizcar sin ninguna consideración. De los pellizcos pasó a los mordiscos estirando de ellos alguna que otra vez.
Estaba completamente enloquecido por la excitación, cuando acarició mi rostro, acercó sus labios a mí boca, me besó y dijo:
- “Vístete y vámonos.”
- “Por cierto, no te pongas ropa interior.” Resonó su voz desde la habitación del fondo.
Un escalofrío recorrió toda mi espalda y noté como mi miembro oprimía levemente mi pantalón.
Me apresuré a cumplir su orden y volver al salón.
Mi excitación aumentó aún más al verla entrar. Era la elegancia personificada, totalmente de negro. Unos zapatos cómodos, pero que no desmerecían los de tacón de aguja que solía llevar, pantalón ceñido y blusa semitransparente que dejaba entrever su sostén de encaje. No parecía la mejor atuendo para ir al campo, pero si para lo que pensaba hacer.
Nos fuimos hasta una zona de aparcamiento al lado del bosque, había unos cuantos coches, pero no observé a nadie por allí.
Como de costumbre, ella me puso mi collar y le afianzó la cadena.
- “Vámonos, perro.” Dijo tirando de ella.
Empezamos a andar por un sendero alejándonos del aparcamiento, no pasó mucho rato que nos cruzamos con otra pareja, ni levanté la mirada del suelo, pero notaba como sus ojos no se apartaban de nosotros. Me sentí humillado, pero extrañamente seguía excitado.
Cuando estábamos apartados del aparcamiento dio otro tirón de la cadena y dejamos el camino para adentrarnos en el bosque, hasta encontrar una zona más retirada.
Me hizo despojar de la camiseta y me señaló un árbol, al que me dirigí obedientemente.
- “Rodea el árbol con los brazos” Me ordenó.
Sacó uno de sus pañuelos y me ató las manos.
Prosiguió quitándome el cinturón y desabrochándome el pantalón para acabar bajándomelos hasta los tobillos, dejando prácticamente desnudo.
Dobló el cinturón en su mano, agarrándolo por la hebilla y por el otro extremo, y empezó a azotar mi culo.
Los chasquidos del cinturón sobre mí culo se debían de oír en todo el bosque. El temor que apareciera alguien aún aumentaba más mi excitación y mi humillación.
Sentía como mi miembro excitado rozaba contra la corteza del árbol a cada impacto del cinturón.
Al final cesaron los azotes, una suave brisa calmaba el calor de mi culo.
Me desató, me dijo que me diese la vuelta y que llevara mis manos atrás para volverlas a atar.
Después de un par de azotes con el cinturón en mi miembro, deslizó sus manos por mi pecho hasta mis pezones, que empezó a pellizcar sin ninguna consideración. De los pellizcos pasó a los mordiscos estirando de ellos alguna que otra vez.
Estaba completamente enloquecido por la excitación, cuando acarició mi rostro, acercó sus labios a mí boca, me besó y dijo:
- “Vístete y vámonos.”
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