Relato corto 10

 

Estaba recogiendo la cocina, ataviado tan solo con un ridículo delantal de tela floreada y el collar, tal y como me había ordenado mi ama. Era una cocina abierta al salón, desde donde mi ama me controlaba sentada en su sillón.
Como siempre, estaba majestuosa allí sentada. Hoy vestía un corsé de cuero negro que le realzaba su hermoso pecho, unos ajustados pantalones de vinilo negro y unas altas botas negras con su pertinente y fino tacón de aguja.
Oí sonar el timbre de la casa, inmediatamente dirigí la mirada hacia mi ama y, sin mediar palabra, me señaló la puerta de la entrada. Me dirigí hacia ella y la abrí dando paso a la invitada de mi ama sin levantar la mirada del suelo.
Tan solo pude ver sus torneadas piernas y sus brillantes zapatos blancos con un fino tacón de aguja, como no.
Me dirigí de nuevo a la cocina a seguir con mí tarea y las dejé en el salón charlando de sus cosas.
De pronto me ordenó que dejara lo que estaba haciendo y me dirigiese al salón.
- “Arrodíllate frente a mí invitada.” Me ordenó, señalando al suelo.
Sin quitarme el pintoresco delantal, me arrodillé frente a ella, con la cabeza casi a tocar del suelo, aun así, pude ver sus zapatos a un lado y sus preciosos pies descalzos, con las uñas pintadas de un rojo rubí.
- “Lámele los pies.” Me mandó mi ama con voz inflexible.
Mientras estaba absorto cumpliendo los deseos de mi ama, sentí como se clavaba en mi nalga el fino tacón de las botas de mi ama. Empujaba con tal fuerza que tenía que hacer esfuerzos para mantenerme en mí posición y seguir lamiendo los pies de la amiga de mi ama.
Esta, empezó a introducirme los dedos de su pie dentro de mí boca, empezando por el dedo gordo y presionando hasta introducirme casi los cinco dedos, después sacándolos y volviendo a introducirlos. Haciendo que los chupara como si me estuviese follando con su pie.
Entre tanto, mi ama separó su tacón de mí nalga y sentí como lo apoyaba la puntera de su bota en la entrada de mí ano. Empezó a ejercer una ligera presión, que fue aumentando paulatinamente hasta sentir un poco de ella dentro de mí. Cedía un poco la presión y la volvía a aumentar y así repetidas veces.
Después me ordenó que me diese la vuelta y limpiase la puntera de su bota. Y en esto estaba despreocupado, chupando la puntera de la bota de mi ama, cuando sentí un fuerte azote en mi nalga que casi me hace tragar entera. Después otro en la otra nalga, que ya no me pilló tan desprevenido, pero la intensidad de los azotes, provocaban un cierto movimiento hacia adelante que hacía que la puntera se hundiese en mi boca.
Empezaba a sentir un intenso calor en mis nalgas cuando cesaron los azotes y mi ama dio por finalizada la limpieza de su bota.
- “Ponte de pie y quítate el delantal.” Me ordenó la amiga de mi ama.
Me puso unos electrodos adhesivos en mis pezones y los conectó a un aparato de electroestimulación y empezó a subir la intensidad de la corriente. Las sacudidas eran cada vez más intensas, la mezcla de dolor y placer me excitaba.
Mientras la amiga de mi ama se divertía jugando con la intensidad aplicada a los electrodos, mi ama, con la misma pala que seguramente habían azotado mis nalgas empezó a golpear mí miembro. Como siempre, empezaba con toques suaves, pero cuando menos lo esperas, te proporciona uno con tal vigor que el dolor recorre todos los rincones de tú cuerpo.
Arrancó de un fuerte tiró los electrodos de mis pezones y dijo:
- “Ponte el delantal y vuelve a tus quehaceres.”

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