Relato corto 1



Estaba desnudo, de rodillas, con las manos en la espalda y la cabeza gacha.
Mi miembro enjaulado para su castidad.
Mi AMA, frente a mí, me coloca el collar y la correa.
Tira de ella levantándome la cabeza y permitiéndome contemplar su generoso escote.
- "¿Qué harías?" Me pregunta.
- "Nada mi Señora, esperar a sus órdenes". Le contesto.
Me ofreció uno de sus pechos y me dijo que lo besara.
Ella sabía perfectamente lo estaba haciendo sufrir a mi miembro enjaulado.
Me hunde mi cara entre sus pechos, hasta casi la asfixia, y mientras mi miembro lucha por liberarse inútilmente.
Desliza una mano hasta mi miembro enjaulado, diciéndole, eres mío.
- "Aplasta tú cara de perro contra el suelo". Me ordenó.
Obedientemente, pongo mi cara pegada al suelo dejando mi culo expuesto a su merced.
Ella coge su regla de madera de 60cm.
- "10+10." Me susurra al oído.
- "Como levantes la cabeza del suelo te ganarás 10 más." Me dice tirando de la correa.
Y empieza a azotar mi culo, “zas, zas”, uno en cada nalga, alternativamente.
Una vez recibidos, y con el culo bien rojo y caliente, veo, por el rabillo del ojo, como se está enfundando su arnés.
Se vuelve a acercar a mi culo, lo acaricia y le da unos cachetazos más.
Acerca la punta de esa enorme polla, que lleva en el arnés, (su polla) a la entrada de mi culo, estira de la correa y dice:
- "Estoy deseando oírte. Sabes que llorarás, ¿verdad?"
Empieza a empujar, con su arnés, su polla contra mi culo, el dolor aumenta a medida que la punta empieza a abrirse camino.
Ella, impasible, sigue empujando.
De repente, estira fuertemente de la correa e introduce su polla hasta la mitad.
 Retrocede un poco, sin acabar de sacarla, acaricia mi espalda y mi rojo  culo, apoya sus manos a cada lado de mi cadera y sin ninguna  contemplación me embiste hasta clavármela entera.
Un quejido ahogado sale de mi garganta y una lágrima recorre mi mejilla.
Perdí la noción del tiempo después de unas cuantas embestidas.
El dolor y el placer se mezclaban en una combinación indescriptible.
Finalmente, una vez retirado su arnés, me hizo poner en pie, libero mi miembro de su jaula y me dijo:
- "Ordéñate." 

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